Hablemos hoy de: La Humildad

La humildad es un término que está desaparecido de la sociedad en la actualidad. Forma parte de la crisis de valores que se vive en el mundo, y que está moldeando sociedades mecánicas e individualistas cuya preocupación o prioridad, se basa en el dinero, en el poder, en lo material, y en la que el egoísmo marca una delgada línea de vida que sostiene a una sociedad insostenible.

Veamos a qué se refiere el término humildad: es una cualidad que implica desapego y capacidad para ayudar a otros, base y fundamento de sus virtudes, conocimiento de sus limitaciones, es lo esencial en tu vida (familia, trabajo, entorno), es un ejercicio diario que nos mueve a hacer las cosas de la mejor manera, es reconocer nuestras capacidades y aceptar nuestras limitaciones, es una virtud moral que nos permite ayudar a otros sin alardear de lo que hicimos, es darnos cuenta que somos un punto más en nuestro inmenso universo y que venimos a este plano a dar y recibir con el corazón abierto, para ser, buenos seres humanos. Una de las mejores demostraciones de ser humildes, es la de vivir nuestra propia vida respetando la de los demás. Aquí me permito citar un pensamiento (que comparto plenamente) del padre Salvador Gámez Portillo “Ojos abiertos, oídos alertos, boca cerrada, sabrás mucho de todos pero de ti no sabrás nada”. Esto está relacionado con las personas que su falta de humildad los envuelve en un mundo externo que no les permite ver y vivir sus propias vidas.

La falta de la práctica de la humildad, ha llevado a algunas personas a pensar que ser humilde significa tener menor valor que otros, que no somos merecedores de reconocimiento por nuestros logros, que otras personas son más importantes que nosotros. Incluso se ha llegado a asociar el término, con la pobreza. Todo esto está muy alejado de la realidad, pues cuando se habla de valores, la humildad representa la virtud de las personas que no se sienten ni más ni menos que otros, no hacen alarde de sus conocimientos y se valoran en su justa medida.

El ser humano a través del tiempo se ha dejado envolver en un mundo superficial que lo ha llevado a sustituir los verdaderos valores, por los antivalores. Lo económico y lo material han llegado a ocupar las prioridades con la premisa de quien más tiene más vale. Existe una permanente lucha por la acumulación de dinero y de bienes para utilizarlos como medida de un estatus social, sin importar las vías utilizadas, ni las formas de obtenerlos.

En la misa del miércoles de ceniza el sacerdote decía que no debemos creernos que somos más que otros y que la ceniza nos recuerda de dónde venimos, y que el camino de la vida es la humildad. Que al recibir la ceniza es precisamente con el objetivo que entre en nuestras mentes para que haya un cambio de acciones en nuestra forma de vivir, pues somos polvo y la vida se pasa muy rápido para perder el tiempo en querer ser lo que no se es. Nunca olvidemos que el poder si no se sabe manejar, hace mucho daño, por lo tanto aférrate a la objetividad, y a los principios de la humildad.

Una persona humilde es capaz de ganarse la voluntad de las demás personas de una manera sencilla, su nobleza hace que se reconozcan sus virtudes y las relaciones que establezca, serán más duraderas.

La humildad es una de las principales características de un líder. Además de ser importante para la vida, también lo es en el campo laboral, ya que un líder con humildad es capaz de escuchar, entender, delegar, servir, confiar, atender y comprender las necesidades tanto de la organización, como la del personal y así establecer una relación que permita el logro de los objetivos y el bienestar de todos.

La invitación es a recuperar el valor de la humildad, de manera que podamos alcanzar un mundo mejor en el que todos tengamos oportunidades y reconozcamos que como miembros de una misma raza, debemos ver a nuestro semejante, como nos vemos a nosotros mismos.

De rodillas, pidamos a Dios que nos bañe de humildad y nos dé una nueva oportunidad.

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