Opinión

El régimen disciplinario policial

"Sería injusto generalizar pero estamos constantemente bombardeados por antivalores que casi han investido a la honestidad como la excepción a la norma, salvedad hecha para quienes cumplen la función policial con auténtico compromiso y apego a la ley".
José Viznel ÁLVAREZ
lunes, 01 julio 2019

Aún cuando el título pudiera sugerirlo, el propósito de este escrito no es citar capítulos y artículos específicos de leyes y reglamentos sobre este tema, lo cual de hecho no es posible por lo limitado de este espacio y porque de hacerlo tomo el riesgo de dejar de mencionar normas que se complementan.

Es preciso sin embargo mencionar que del vértice constitucional se desprende el ordenamiento jurídico en materia policial, vale decir, la Ley Orgánica del Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía Nacional Bolivariana y su reglamento, y la Ley del Estatuto de la Función Policial y sus dos reglamentos, uno en materia de administración de personal y desarrollo de la carrera policial, y otro sobre el régimen disciplinario, así como también las resoluciones e instrucciones emanadas del Órgano Rector (El Ejecutivo Nacional por órgano del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores, Justicia y Paz).

La creación de estos instrumentos legales fue un proceso arduo, tanto como natural ha sido que las fallas en la implementación provengan de muchos de quienes participamos en su creación.

Como tantas cosas en este mundo poblado de humanos imperfectos, sobran quienes desprecian el ordenamiento jurídico en tanto que limita asu propensión a satisfacer intereses personales, o a saltarse impunemente lo que implique orden social e institucional.

Algunos manifiestan su burla abiertamente, otros se escudan en la situación del país, y son numerosos los que se justifican diciendo que si otros lo hacen por qué ellos no lo pueden hacer también.

Sería injusto generalizar pero estamos constantemente bombardeados por antivalores que casi han investido a la honestidad como la excepción a la norma, salvedad hecha para quienes cumplen la función policial con auténtico compromiso y apego a la ley.

El tema de la disciplina policial es fundamental y debe ser seguido con especial atención, pues se trata de instituciones armadas, de carácter civil, obedientes y profesionales, en las que la inapropiada aplicación de este tipo de procedimientos las sumiría inexorablemente en caos y anarquía.

Ahora bien, si lo anterior es un problema que el pueblo ha sufrido en carne propia debido a las malas prácticas policiales, ¿cómo se podrían digerir los casos en que la situación sea generada por la misma autoridad responsable de las instancias de control interno, quienes en el ejercicio de sus funciones optaren por imponer su voluntad actuando con arbitrariedad, desprecio a la ley y deslealtad hacia la propia institución?, es decir, cuando a pesar de estar conscientes de su delicada misión y del conocimiento que tienen de la normativa legal (Imperfecta como toda creación humana, pero resultado de un encomiable esfuerzo técnico-legislativo y académico), actúan en razón de intereses que terminan por imponerse en detrimento del orden institucional, creando tal grado de distorsión que incluso a los actos de genuina justicia favorables al funcionario investigado, también les aguarda un espacio en el infame rincón de la sospecha.

Cuando se llega a estos niveles de penumbra la primera en caer abatida es la moral, dejando tras de sí espíritus descompuestos abonando el terreno para futuras diatribas y cuentas pendientes por saldar.

Entonces me pregunto, ¿habrá un mejor motivo para que el proceso disciplinario sea cumplido cabalmente conforme a derecho, justicia y equidad? La Inspectoría para el Control de la Actuación Policial y el Consejo Disciplinario tienen la palabra. Como instancias de control interno están legalmente obligados a hacerlo, porque o se cumple la ley o se detiene el avance logrado, o peor, se involuciona a etapas supuestamente superadas de oscurantismo disciplinario en los que la carrera de un funcionario policial o los intereses de la institución, dependían en no pocas ocasiones de la impulsividad o del modo de ver las cosas del jerarca de turno.

Esto lo expreso como una autocrítica que hago como consultor jurídico del Cuerpo de Policía del Estado Bolívar, con tiempo de servicio y autoridad moral para hacerlo, así como con el mayor respeto a la alta dirección y a mis compañeros, pero más que eso estas líneas contienen un llamado a profundizar en el esfuerzo para inculcar valores humanos que fortalezcan los cuerpos policiales del país, especialmente al cuerpo policial al cual pertenezco; un ruego a internalizar de manera definitiva y enseñar con el ejemplo la única forma de evolucionar positivamente en el logro de metas, que nos hagan partícipes en la construcción del país que realmente merecemos.

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