El miedo: combustible del ego
El ego es la posición que asumimos para interpretar las cosas de la vida, y no una entidad que nos habita. Los maestros de la filosofía zen dicen que si el ego tuviera motor, el miedo sería su combustible, y qué mejor ocasión para leer y meditar sobre esto mientras hago una larga cola para echar gasolina, ya que si el ego no funciona sin el miedo, mi carro tampoco lo hace sin gasolina.
Al respecto los maestros zen dicen que todos los miedos que experimentamos tiene dos raíces bien definidas: el apego y la ignorancia. El apego fija nuestra mente en algo externo, lo cual produce el temor de perder aquello a lo que estamos apegados (el carro por ejemplo).
La ignorancia a su vez nos conduce a un estado de incertidumbre porque no estamos al tanto de saber cómo podríamos perder el objeto al que estamos apegados (el carro, por destrucción o robo, por ejemplo), y además desconocemos cómo vamos a enfrentar esa situación de calamidad, que por cierto en mi caso ya lo he sufrido antes.
De esas dos raíces básicas –apego e ignorancia- nacen tres temores. Uno es perder la vida, el cuerpo, el habitáculo cuya pérdida equivale a dejar de ser, y no necesariamente se trata de morir ya que existen otras escalas de perderlo: se pierden capacidades, la juventud o la autoimagen, lo que en algunos –por cierto- produce un temor superlativo.
El segundo temor es el de perder el yo, lo cual implica miedo al cambio, pues sucede que llegamos a creer que realmente somos lo que acostumbramos ser, hacer, dónde estar, con quien estar, etc., de tal manera que si cambiáramos el contexto tememos no saber qué hacer, perderíamos el yo, no seríamos nosotros mismos (en el mismo ejemplo con el carro: no me lo roban ni se me daña, pero pierdo mi trabajo, ¿cómo me sentiría como taxista o desempeñando otra actividad para ganarme la vida?
Los maestros zen dicen que ambos miedos pueden erradicarse mediante ejercicios de respiración abdominal, de donde -según ellos- nacen la tranquilidad y el coraje.
El tercer temor es el miedo al sufrimiento, que en general es todo aquello que produce desgaste en el sistema nervioso: carencias, limitaciones, frustraciones y deseos insatisfechos (utilizando el mismo ejemplo: siempre he querido tener un carro y temo que nunca lo podré comprar).
Este tipo de temor se erradica trabajando sobre el crecimiento espiritual, puesto que es un fenómeno que está en la mente, y de cada quien depende cuánto está dispuesto a sufrir.
El rosario de carros que me antecedían para echar gasolina y por supuesto el mío, fueron cayendo cadenciosamente en cada uno de los 6 huecos que había a los costados de la acera, cada uno superior al anterior en potencial de destrucción de vehículos, hasta que al cabo de una hora y superada aquella media docena de escollos, alcancé a surtir el tanque, lo cual dio paso al jubiloso rubor que se siente cada vez que salimos de una cola.
Entonces, con plena certeza de que el ego sin miedo es como un carro sin gasolina, arranqué lentamente practicando respiración abdominal y dispuesto a continuar trabajando sobre mi crecimiento espiritual, creo que es lo mejor. viznel@hotmail.com
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