Opinión

El cazador de pendejos

"Pero, ¿quién es ese potencial pendejo que día a día sale a la calle para que un “afortunado” lo cace como a un conejo?"
José Viznel ÁLVAREZ
lunes, 20 mayo 2019

Todos los días sale un pendejo a la calle, el que lo agarre es de él! Para mí esta es una de las expresiones más infames que pueda existir, un crudo símbolo de la decadencia moral, espiritual y ética del ser humano, un pesado fardo de impiedad y carencia de empatía hacia una supuesto tipo de personas que para nuestra gracia es mayoría.

Quizás algunos la dicen como el loro que repite frases sin sentido, otros la utilizan como consigna de sobrevivencia sin darse cuenta de la crueldad implícita, pero hay quienes la expresan con la firme convicción de que sus acciones están plenamente justificadas: que Dios los perdone, a mí seguramente me costará un poco más.

Pero, ¿quién es ese potencial pendejo que día a día sale a la calle para que un “afortunado” lo cace como a un conejo?
Pues un semejante con cabeza, tronco y extremidades, con huesos y sangre, familia y esperanza, sufrimiento y dicha, alegrías y tristezas, angustias y paz, y todo cuanto el cazador ni más ni menos también puede gozar y padecer, un calco al carbón de sí mismo que quedará colgado en su conciencia como un miserable trofeo.

Es posible que el cazador sienta haber alcanzado el cielo con su proeza, que logre niveles extraordinarios de júbilo, satisfacción y éxtasis por el logro, puede que el orgullo le inflame el rostro de rubor y que llegue a sentirse merecedor de reconocimiento incluso por parte de su víctima; será capaz de llegar al clímax delirante de comentarlo delante de sus hijos, convencido de que con su ejemplo contribuirá a la conservación de la especie, esas y más sensaciones tomarán posesión del cuerpo y la mente del cazador, hasta que un día, cuando las vueltas de la vida así lo determinen se le presentará una grave necesidad, acaso en el mismo sitio o en tantos otros donde haya saciado su sed de caza.

Entonces la proeza bajará del cielo en medio de nubarrones y truenos, el jubilo se convertirá en su antónimo, el orgullo en desconcierto, el reconocimiento en vergüenza, y el ejemplo habrá empujado a la especie al vacío del abismo de donde emergerá abrazado a la tabla de salvación que posiblemente le alcance el mismo “pendejo” que una vez cazó en la calle como a un conejo.
viznel@hotmail.com

 

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