Cuenta la Leyenda: El monstruo de Mamera o triple crimen de Mamera
En el mes de junio en plena pandemia, me he encontrado caminando en una de las arterias principales de Puerto Ordaz a un amigo, al cual tenía ya bastante tiempo que no veía, tal como lo conocí: algo encorvado, con un bastón improvisado que lo identifica, contextura fuerte, ya golpeada por el inexorable andar de los años.
La única diferencia es el protector que actualmente utilizamos la mayoría de las personas, el “tapabocas” al cual he cambiado de manera personal su nombre: el “tapa nuca o tapa cuello” por ser donde lo usan muchas personas irresponsables, bien, vamos al grano.
Recuerdo, hace aproximadamente 40 años atrás (1.980) los titulares de la prensa nacional, internacional, radio y T.V publicaban en grandes titulares un caso policial que estaba sucediendo en el sector llamado Mamera, de la parroquia Antímano.
Habían desaparecido de manera muy misteriosa, primero, dos jóvenes muy conocidos en el barrio y luego un tercero, todo era consternación y preocupación de manera solidaria por los habitantes del lugar, después de hacer las denuncias a la Policía Técnica Judicial (P.T.J) con la colaboración de los habitantes del lugar, se abren severas investigaciones, a estas se suma la ayuda de un excelente funcionario de la desaparecida Policía Metropolitana, hombre con una trayectoria muy honorable, reconocida por sus superiores, quienes en más de una oportunidad fue premiada con condecoraciones las cuales ostentaba en el pecho de su uniforme impecable que siempre usaba orgullosamente.
Este agente policial con el grado jerárquico de “distinguido” de nombre Argenis Ledezma, se suma y presta todos sus conocimientos adquiridos en función de su labor para tratar de esclarecer ¿Qué es lo que está sucediendo y dónde están estos muchachos?
A medida que va trascurriendo el tiempo, los sabuesos de la P.T.J. levantan sospechas, las mismas que enfilan hacia este hombre de uniforme de cuerpo atlético, de piel oscura, abundante bigote, y elegante en su porte, piden a su superioridad la entrega a lo cual la superioridad no daba crédito, pero… la justicia prevalece, y su entrega debe cumplirse, a partir de estos momentos se comienza, con muchos obstáculos, a esclarecer la duda (quien podía ser el autor y por qué) Argenis pasa a ser huésped de los calabozos de la Policía Técnica.
Se inicia una severa investigación, preguntas, interrogatorios unos tras otros de manera intermitente, así mismo el “distinguido” es sometido a la prueba de la mentira, la de pentotal sódico o suero de la verdad, la misma que logra pasar de manera inocente, sale airoso, pero los sabuesos no estaban conformes.
En una tranquila noche, después de que el reloj marcara la una de la madrugada, el inquieto agente policial, detective Armando Lazo Melo (el muñeco) manda a buscar en el calabozo al detenido por ser sospechoso y quería hablar o interrogarlo.
Observa que de su cuello depende un collar con un talismán o un amuleto, igualmente en su correa una gran hebilla con otro amuleto, Lazo Melo le pide despojarse de estos objetos, negándose rotundamente a cumplir la petición del detective, quien de forma sorpresiva le arrebata la cadena, le quitan la hebilla, de inmediato, Argenis (El monstruo de Mamera) con los ojos llenos de lágrimas, muy nervioso, comienza a narrar detenidamente la verdad, lo que sabía y era el responsable.
Resulta que Argenis estaba unido y vivía sentimentalmente a una señora, la misma que tenía una hija de 17 años de edad, llamada Rosa Elena Pinto.
“Chena”, producto de otro señor, esta joven le gustaba coquetear, situación que le dio oportunidad para separarse de su amada y concluyó en una boda con la jovencita, al principio, como suele suceder todo iba bien, hasta que llega el momento, cuando el agente del orden público se ausentaba a su lugar de trabajo en el centro capitalino a cumplir con sus deberes, la jovencita, su señora esposa salía a la calle a buscar sus contemporáneos, para jugar, coquetear y tener la oportunidad de hacer una mala jugada.
Esta situación ya todos los del barrio lo sabían, cosa que no se pudo escapar al oído de Argenis Ledezma, como complemento los grupos de jóvenes reunidos en cualquier esquina al pasar este agente, reían haciendo comentarios ofensivos e incluso con sobrenombres demasiado ofensivos.
Este (Argenis) iba alimentando su odio y planificando ¿Qué hacer? En el momento, a él se suma un armamento, una compañía de varios agentes amigos y algún vehículo oficial (esto siempre lo mantuvo en secreto y jamás fue capaz de delatar a sus compañeros colaboradores) cuando menos los esperan estos muchachos, son atrapados dos de ellos, se los llevaron, hicieron el trabajo, los asesinaron y enterraron en un lugar desconocido hasta el momento.
Situación que es la chispa que enciende al barrio entero al enterarse que sucedía, mientras tanto la damisela en cuestión, (la joven esposa de Argenis) sigue en sus correrías, buscan, lo encuentran y agarran al tercer joven, y… también lo desaparecen.
Ya el indiciado está entre rejas, este es obligado a llevar a los detectives al lugar donde supuestamente están los cadáveres de las dos primeras víctimas; ¿y el tercero? Argenis indica que está en la avenida Boyacá (Cota Mil) en la parte baja del cerro el Ávila, en efecto cuando efectúan el desentierro encuentran un cadáver el cual no concuerda con las características del buscado, (sigue “encangrejándose” el caso).
Lo cierto es que este funcionario público, el distinguido Argenis Ledezma se convertía en un delincuente asesino convicto y confeso, fue preso, enjuiciado y huésped de varias cárceles, entre otras el Rodeo (lugar donde fue visitado por productores de cine televisivo y el galán protagonista de la película “Macú, la novia del policía”, a quienes confió sus experiencias vividas y nunca fue remunerado de alguna manera.
Argenis luego fue trasladado a la Penitenciaria Nacional de San Juan de los Morros en el estado Guárico, donde debía pagar por el delito cometido 30 años de prisión; el comportamiento muy tranquilo y colaborador espontáneo de Argenis Ledezma dentro del penal lo lleva a utilizar sus tiempos libres para dar clases a sus compañeros de prisión.
Como también se dedicó a la construcción de un sembradío de hortalizas, frutas y otros rubros utilizados de la cocina criolla, de la misma manera se ganó la confianza de muchas personas entre ellos autoridades del penal, todo esto unido le dio validez a una consideración según nuestra constitución en la rebaja de los años a cumplir entre rejas, le rebajaron la pena a 19 años.
Sale a la calle y comienza a llevar una vida muy difícil, con este prontuario y sin buenas referencias donde llegaba lo aborrecían, sumándose que ya a través de la prensa y la famosa película MACU, nadie podía depositar confianza en él.
Después de algunos años se traslada a su ciudad de nacimiento, Ciudad Bolívar, y hace cuatro años (calculo) es cuando observo su presencia en las aceras del Edificio Amaral, en el Paseo Rotario, lugar donde está ubicado mi estudio fotográfico, detallo sus características, como dije anteriormente: hombre educado, de buenos rasgos fisonómicos, conversador, algo encorvado por el pasar de los años y sus bigotes gruesos y acompañado de un bastón de construcción artesanal.
Él mismo que ayuda en su andar o para defensa propia, entablo conversación (hasta ese momento no sabía con quién estaba hablando) nos presentamos y lo primero que dice es “amigo, yo soy la persona contratada como vigilante del edificio Amaral” le brindo confianza y un café y me narra “he tenido una vida muy escabrosa, mi primera esposa murió, mi hijo se suicidó, sus ojos se humedecen y continua, mi segunda esposa no sé dónde está” continúa.
Viene una pregunta que me sorprende “¿Usted no sabe quién soy? yo soy el llamado Monstruo de Mamera” a lo que me sorprendo y le dijo que claro que ahora sí estoy claro, comienza una amistad con ciertas dudas, pero cuando esta hombre relata que su querida progenitora en su inocencia, esperaba que le dijera que todo esto era mentira, él lloraba al igual que un niño enjuagándose con un desteñido pañuelo sus lágrimas y le contestaba “Sí, mamá, sí los maté y enterré, cegado por lo celos y ser el hazmerreír del barrio” continúa su relato y cada día había más capítulos de su accidentada vida.
En una de esas ocasiones me dijo, “Se salvó el que más daño me hizo, no lo pude agarrar, un joven muy astuto”, pregunto “¿Argenis, puedo saber quién fue?” La respuesta fue, “Ya el diablo se lo llevó, el Capitán Avendaño, ese hizo de mi vida pedacitos.”
Dejo constancia a través de estas líneas que el amigo Argenis Ledezma es mi amigo, conversamos mucho y le he dicho y criticado mucho, lo que sucedió fue la repuesta a todo este sufrir, existiendo otras maneras de poder haber resuelto todo este problemón.
Siempre nos encontramos, nos saludamos, sigue trabajando en varios lugares como vigilante y aquel funcionario el detective Armando Lazo Melo “El muñeco” debo decir fue también mi amigo, compañero de trabajo a principio de los años 60, en el Cuerpo de Bomberos del Distrito Federal, hombre inquieto, en una visita que realizo a Puerto Ordaz para realizar unas investigaciones me contactó y por esas grandes casualidades de la vida me comentó ”Evelio, me retiré de los bomberos y solicite a la PTJ mi ingreso yo lo quería hace tiempo”.
Y sin saber que estaba sucediendo en Mamera, “me dijo por los momentos, tengo tremendo “cangrejo” en Caracas, me lo voy a resolver”, no se me olvidan estas palabras de “El muñeco”, quien falleció hace tiempo, me hubiese gustado poder enlazar a esta pareja de amigos.
Tal vez, usted se tropiece con él en algún momento en el sector de Alta Vista, C.C. Alta Vista, o el paseo Caroní, o por la carrera Nekuima, bajando hacia La Churuata, acostumbra caminar en horas de la mañana cuando se dirige a su lugar de trabajo, siempre con una sonrisa ingenua a flor de labios, pero lo acompaña una gran carga de sentimientos en su cuerpo encorvado y recuerdos que jamás podrá olvidar.
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