Opinión

Busquemos el queso

"Fue entonces cuando Kif, bramando arrogancia e iracundo, exclamó ¡¿quién se ha llevado mi queso?! ¡Esto no es justo!"
lunes, 24 febrero 2020

En 1998 salió a la luz pública la primera edición de un pequeño gran libro que su autor , Spencer Johnson, tituló ¿Quién se ha llevado mi queso?

Tuve la gratísima satisfacción de leer y releer, en 45 minutos, un fascinante y ameno relato donde se “palpa” con los ojos, a través de su lectura, lo poderoso e imprescindible que son la fe y el autoestima para las personas que aspiren, con tesón, conocer el éxito en las cosas que se propongan sin darle camino al miedo, que siempre acecha, sino por el contrario avanzar siempre “contra viento y marea”, pues no hay nada más alentador y promisorio para el ser humano que el disfrute de sentirse libre de “los miedos” y no amilanarse ante los infinitos y placenteros retos que nos aguardan para probar nuestros ímpetus, en el maravilloso laberinto de la vida.

Posesionarse y tener claro que siempre habrá mejores alternativas cuando se suceden cambios, inesperados o no, son herramientas que nos permitirán, inexorablemente, derrotar las inminentes frustraciones que suelen presentarse tratando de copar la escena y pretender aniquilar los nuevos bríos y voluntades que han de constituir las espadas desenvainadas para vencer el negativismo malsano que solo aflora cuando “cruzamos los brazos”, entregados, lo cual hará imposible que encontremos nuestro “queso”.

Leer una y otra vez este cuento quesero, nos invita gratamente a saborear serenas reflexiones que nos impulsan a ver la vida con el cristal positivo y estimulante, y ya con eso se justifica plenamente su lectura. Cada vez que disfrutamos sus párrafos, les aseguro, cosas nuevas, útiles y provechosas encontraremos en sus 93 páginas amenas.

Olí y Corrí – dos ratoncillos – y Kif y Kof – dos personitas – son los “galanes” del cuento. Este cuarteto protagónico coincidía, apenas el amanecer apartaba la noche, en “precipitarse corriendo hacia el laberinto en busca de su queso favorito”.

Los roedores apelaban al nada útil método del tanteo: olfateaban el aire con su gran hocico a fin de averiguar en qué dirección había que ir para encontrar queso” y hacia allí se precipitaban “chocando a menudo contra las paredes”.

El método de los hombrecillos, muy distinto, “se basaba en su capacidad de pensar y aprender de las experiencias”. Aun así todos consiguieron la quesera que aspiraban sin importarles nada más.

A Kif y a Kof los abrumó la confianza de que jamás el queso se acabaría y le dieron “vía libre” a la arrogancia. Olí y Corrí , instintivamente, si notaban que “su mejor amigo” se agotaba día a día y se ¡prepararon para el cambio!, alistándose ambos para emigrar hacia la búsqueda de un “queso nuevo”, y así lo hicieron.

Como era de esperarse, ante la inevitable situación de total escasez de lo que Kif y Kof creían perpetuo, llegó el día que los “pilló totalmente desprevenidos”.

Fue entonces cuando Kif, bramando arrogancia e iracundo, exclamó ¡¿quién se ha llevado mi queso?! ¡Esto no es justo!

Si quiere deleitarse con los hermosos pasajes que siguen, devórese las páginas de este libro y sabrá cómo alcanzar las cosas realmente esenciales de la vida.

 

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