Mundo

Trinidad y Tobago: Un pasaje a lo prohibido para venezolanos

Son maltratados por sus jefes, sobre todo si no hablan el idioma.
lunes, 11 abril 2022
Cortesía | En la isla discriminan a los venezolanos

El viaje de Lucía y sus siete hijos demoró en total cinco días, desde que cruzó la puerta de una casa prestada en su natal Los Cocos, en Delta Amacuro, hasta que abrazó a su esposo en Penal-Debe, Trinidad y Tobago.

Antes de zarpar, los organizadores del traslado ilegal ocultaron a todos los pasajeros en una zona boscosa de Palo Blanco, al noreste de Tucupita, capital de Delta Amacuro. De allí debían salir solo cuando fueran notificados.

Después de recibir la señal de avanzar, caminaron durante una hora hasta llegar al puerto. Allí abordaron un bote y partieron hasta “La barra”, una zona de la costa en Delta Amacuro, pero hay varias de ellas, Lucía no supo cuál de todas.

Al anochecer los otros migrantes venezolanos que viajaron con Lucía decidieron salir del bote y un policía los detuvo. Estas personas condujeron a los oficiales al lugar donde se encontraba el resto del grupo y todos fueron arrestados.

Ninguno de los policías hablaba ni entendía el español. Solo un migrante sabía el idioma y ayudó a traducir. Los funcionarios le preguntaron a Lucía quién era la persona que la recibiría en ese país, y ella negó que alguien la estuviera esperando. Su hija tenía fiebre y todos estaban a punto de desmayarse por el cansancio.

Al ver sus rostros, los policías les dijeron: “go, go, go quickly and let no one else see you”, que en español significa: váyanse, váyanse, váyanse rápido y que nadie más los vea. Los migrantes venezolanos no se lo creían y calificaron este gesto como un “acto milagroso”.

Después de huir de ese sitio Lucía encontró a las personas que irían por ella y sus siete hijos. Los trinitarios les condujeron hacia un sitio llamado Penal-Debe, allí estaba el esposo de Lucía que apenas logró reconocerlos se abalanzó contra ellos y se abrazaron. Lo peor ya había pasado, o al menos así pensaban todos.

Para los venezolanos Trinidad y Tobago se ha convertido en un país prohibido ya que no hay leyes que protejan a los no regularizados. Según Lucía, la premisa de algunos trinitarios es “si están ilegales, no pueden pensar que seamos legales con ellos”.

Lucía primero trabajó en un parque acuático en Penal-Debe. El dueño, un trinitario, la regañaba a diario porque ella no entendía el inglés. Apenas respondía “ok, Sr”.

A Lucía la discriminaron por no saber el idioma, varias veces la humillaron y se iba al baño a llorar. Luego se secaba las lágrimas e intentaba atender a los clientes. Le pagaban 15 dólares trinitarios por hora y cuando quedó embarazada tuvo que renunciar, su esposo e hijo mayor asumieron la responsabilidad de proveer el dinero suficiente para mantenerlos a todos.

Trabajo de 13 horas corridas

Una jornada laboral de 13 horas al día, corrido, en un comercio de venta de electrodoméstico en Penal-Debe, es pagada a 150 dólares trinitarios, que en ese país llaman TT (titi en inglés), unos 15 dólares estadounidenses.

Si esa persona trabaja de lunes a viernes sin descanso, a los 30 días cobrará unos 450 dólares estadounidenses. Con esa cantidad de dinero mensual podría cubrir varias de sus necesidades en Venezuela, pero en Trinidad y Tobago no, porque el arriendo supera los 250 dólares estadounidenses al mes, además de los gastos en alimentación, medicinas entre otros.

Lucía asegura que luego de dos años ya se adaptó a las condiciones Trinidad y Tobago, no le va del todo bien, pero tiene la posibilidad de avanzar.

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