Patrick Crusius, el atacante que masacró a 23 personas en un Walmart en El Paso en 2019, fue sentenciado a 90 cadenas perpetuas en una prisión federal.
El autor confesó de uno de los peores tiroteos en la historia de Estados Unidos recibió su condena este viernes, luego de que las familias de las 23 víctimas mortales lo confrontaran por el ataque racista contra hispanos.
Crusius, de 24 años, se declaró culpable de 90 cargos de asesinato, posesión ilegal de armas y crímenes de odio en febrero. Todavía podría recibir la pena de muerte por cargos separados en un tribunal estatal.
No se esperaba que Crusius hiciera declaraciones antes de ser sentenciado formalmente por el juez federal de distrito David Guaderrama.
La fase en que se dicta la sentencia se estaba llevando a cabo no lejos del Walmart de El Paso donde Crusius abrió fuego el 3 de agosto de 2019 con un rifle semiautomático tipo AK.
El ataque se produjo después de que Crusius despotricara en internet, advirtiendo de una “invasión hispana de Texas”, quienes supuestamente tomarían el poder del Gobierno y de la economía.
Las 23 víctimas mortales y otras 22 personas heridas eran en su mayoría estadounidenses de origen mexicano y ciudadanos mexicanos de El Paso y Ciudad Juárez.
Es habitual que los residentes de ambas ciudades viajen diariamente de un lado a otro para ir al trabajo, a la escuela, a visitar a la familia o de compras.
Familiares confrontan al asesino
Al enfrentarse a Crusius cara a cara por primera vez, más de 30 familiares le miraron a los ojos y criticaron sus motivaciones, diciéndole que sus persecuciones racistas habían fracasado.
Amaris Vega, cuya tía fue asesinada y cuya madre sobrevivió por poco a una herida en el pecho del tamaño de una pelota de softball, se burló del “patético y lamentable manifiesto” de Crusius, que prometía librar a Texas de los hispanos.
Margaret Juárez, cuyo padre de 90 años fue asesinado en el atentado y cuya madre resultó herida pero sobrevivió, dijo que le parecía irónico que Crusius fuera a pasar su vida en prisión entre reclusos de minorías raciales y étnicas.
“Nada en las aguas de la cárcel”, le dijo a Crusius, “ahora vamos a disfrutar del sol… Todavía tenemos nuestra libertad, en nuestro país”, añadió.
Uno a uno, los familiares describieron esta semana cómo sus vidas se vieron trastocadas por la pena y el dolor.
Algunos perdonaron a Crusius. Un hombre mostró fotografías de su padre asesinado, insistiendo en que el atacante las mirara.
El ataque fue el más mortífero de más de una decena de tiroteos masivos en Estados Unidos relacionados con delitos de odio desde 2006, según una base de datos recopilada por la agencia AP, USA Today y la Universidad Northeastern.
Retórica antiinmigrante
Antes del tiroteo, Crusius parecía consumido por el debate nacional sobre la inmigración, tuiteaba #BuildtheWall y alababa las políticas fronterizas de línea dura del entonces presidente Donald Trump.
En los años transcurridos desde el tiroteo, los republicanos han descrito a los migrantes que cruzan la frontera sur del país como una “invasión”, desoyendo a los críticos que dicen que esa retórica alimenta las opiniones antiinmigrantes y la violencia.
Al iniciarse la fase de sentencia, algunos defensores de los derechos de los inmigrantes hicieron nuevos llamamientos a los políticos para que suavizaran su retórica sobre la inmigración.
Los republicanos, entre ellos el gobernador de Texas, Greg Abbott, han presionado para que se tomen medidas más agresivas para endurecer la frontera sur.
Las edades de los fallecidos oscilaban entre un atleta de secundaria de 15 años y varios abuelos.
Entre ellos había inmigrantes, un conductor de autobús urbano jubilado, profesores, comerciantes, un antiguo trabajador del hierro, y varios ciudadanos mexicanos que habían cruzado la frontera estadounidense en viajes rutinarios de compras.