Indígenas de regreso a la protesta en Colombia
La violencia los empujó a protestar en Bogotá, a cientos de kilómetros de donde los están asesinando. Con sus bastones y tambores, los indígenas no lograron que el presidente les diera la cara. Y ahora prometen llevar la antorcha del descontento popular en Colombia.
El lunes el movimiento indígena del suroeste del país, con el apoyo de comunidades afro, hizo su mayor demostración de fuerza en más de una década, antes de sumarse a la protesta general contra el gobierno de Iván Duque convocada para este miércoles.
La minga, como se conoce a la movilización de los pueblos originarios, reunió a unas 7.000 personas con mascarillas que clamaron pacíficamente por sus vidas en las narices del poder político, a metros de las sedes del Congreso y la Presidencia.
“Nos están matando dentro de nuestros territorios; nos están saqueando dentro de nuestros territorios”, expresó Hermes Pete, de 38 años y autoridad del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), en una concurrida Plaza de Bolívar.
Aseguran los indígenas que ya van 313 de los suyos asesinados en los dos años del gobierno de Duque, que pese a sus esfuerzos no consigue detener la hemorragia en apartadas y olvidadas zonas rurales tras el pacto de paz de 2016.
Entre enero y agosto murieron violentamente 100 indígenas, según Medicina Legal.
Lugares comunes
Venidos de los territorios que se disputan los grupos que financia el narco, en Bogotá los manifestantes hicieron sonar sus tambores, cornetas y caracolas y ondearon las wiphalas, la bandera multicolor de los originarios de los Andes.
Habían partido el 10 de octubre del Cauca y zonas próximas, a más de 400 km de la capital.
Querían dialogar directamente con Duque, pero este envió delegados a su encuentro y luego evitó verlos cuando estuvieron cerca, molesto por los “ultimátums” y las “aglomeraciones” en medio de la pandemia.
Ante el desaire, los manifestantes organizaron un juicio simbólico frente a la silla vacía que le reservaron al presidente. Condenaron la violencia y exigieron que se cumplan los acuerdos con la antigua guerrilla Farc, que prometían traer la paz a sus tierras ancestrales.
Sin protagonizar disturbios, se fueron con la promesa de volver el miércoles convertidos en legión.
“Nos acompañan afros, campesinos, expresiones sociales organizadas, grupos sin techo que se han venido uniendo en el camino (…) Ya no es una minga de suroccidente, sino una minga nacional”, se felicitó Pete.
Camino a la Plaza de Bolívar, a Jhoe Sauca, también del Cric, se le veía sonriente. Desde las veredas y puentes peatonales le llegaban aplausos.
El líder de 36 años cree que así se empezó a cerrar “la brecha” de la protesta en Colombia entre los indígenas y “la ciudad con sus estudiantes y sus trabajadores”.
Caminando cerca, Luis Bonilla, portavoz de los afro, dice que no recuerda un apoyo semejante en las cuatro veces que había estado antes manifestándose en Bogotá.
“Tenemos en común el abandono estatal”, señala este joven de 26 años mientras observa a los “sectores populares” que saludaron el paso de la minga.
Los menos
Divididos en 115 pueblos, los indígenas representan el 4,4 % de los 50 millones de colombianos. Pero son reconocidos como una fuerza muy organizada capaz de sostener indefinidamente el pulso en la protesta.
También son el sector más rezagado económicamente y enfrentan un racismo soterrado, según expertos.
En 2019 la pobreza monetaria alcanzó al 35,7 % de los hogares colombianos, pero entre los indígenas la cifra trepó hasta el 59,6 %, por encima también de los afros (43,9 %), según la estadística oficial. Con la pandemia empeorará la situación.
El gobierno de Duque, que gracias a las restricciones que debió imponer por la emergencia sanitaria logró tomar aire en medio del sofoco de las masivas movilizaciones de 2019, encara el regreso de las protestas.
“Siempre hay manifestaciones indígenas, de delegaciones que llegan a Bogotá, pero esta vez es mucho más grande, porque no solamente es una movilización indígena (…) Se están sumando otros sectores urbanos”, señaló a la AFP Alhena Caicedo, antropóloga de la Universidad de Los Andes.
Y aunque el gobierno destaca su plan de inversiones para los indígenas, que hasta 2022 alcanzarán los 2.600 millones de dólares, esas comunidades alegan múltiples incumplimientos y una falta de entendimiento mayor.
“¡Cómo no van a entender si la guerra volvió a nuestros territorios!”, exclama Pete.
Después del miércoles, los indígenas decidirán si se quedan más tiempo en Bogotá.
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