Familia siria se reencuentra en Grecia tras odisea de 3 años
Separada por el caos que siguió a un bombardeo aéreo, una familia siria se reencuentra tres años después, desafiando la adversidad, en un centro de refugiados en Salónica, ciudad centenaria griega sobre el mar Egeo que ha asimilado numerosas culturas.
Abdul Salam Al Khawien estaba en su casa con sus cinco hijos cuando aviones de combates sobrevolaron su aldea, Dana, cerca de Idlib, en Siria, en septiembre del 2017. Su esposa se había ido al mercado. Cayeron bombas entre los puestos de la feria y murió mucha gente. Ella perdió el conocimiento.
Se pasó la semana siguiente recuperándose en una clínica y cuando finalmente fue dada de alta, Abdul se había ido con sus hijos y cruzado la frontera con Turquía, a 15 kilómetros (nueve millas), en busca de una vida más segura.
Terminaron en distintos países, sin teléfonos móviles, internet ni ninguna otra forma de comunicarse o de saber el paradero del otro. Kariman y Abdul perdieron la esperanza de que el otro hubiera sobrevivido.
Hasta que un día de agosto del año pasado el hermano de Kariman descubrió una cuenta en las redes sociales con una foto de su hijo mayor, Hamza. La había abierto Abdul, que había logrado llegar a Grecia con los chicos, en su quinto intento, tras pagar a traficantes 5.000 euros (6.000 dólares) por plazas en una precaria embarcación con otras 60 personas y había conseguido asilo.
Ella los contactó de inmediato.
“Tuve un presentimiento ese día”, afirmó Abdul, de 37 años y quien vendía autos cerca de Homs, en declaraciones a la Associated Press. “Cuando vi el mensaje casi me vuelvo loco de alegría. No les dije nada a los chicos. Pensé que sería mejor que se enterasen cuando ella llegase aquí”.
Abdul les había dicho que ella estaba en Siria y algún día se les uniría. “Pero ellos sospechaban que había muerto”, comentó. “Yo había perdido toda esperanza también”.
Su esposa, de 32 años, tenía una dura misión por delante: Hacer el peligroso viaje de Siria a Turquía y luego a Grecia con la ayuda de traficantes.
“No tenía dinero” para pagarles, comentó Kariman. “Tenía que conseguirlo de algún modo”.
Logró reunir el dinero y entró a Turquía con otros refugiados sirios, llegando a Estambul. “De allí, usando traficantes, traté de ingresar a Grecia cruzando el río Evros” que divide a Turquía y Grecia, relató.
Pero su grupo fue pillado por guardias griegos, que lo enviaron de vuelta a Turquía al día siguiente, en un acto ilegal al que Grecia apelaría con frecuencia, según denuncias. Las autoridades griegas lo niegan.
Su segundo intento, en noviembre del 2020, tuvo éxito. Y llegó a pie, de noche, a un pueblo griego.
“Fui a un café y empecé a llorar”, expresó. “Me preguntaron de dónde era y les dije de Siria. Me abrieron los brazos. Me senté en un balcón con una mujer y tomamos café. Ella me hizo entender, a través de señas, que estaba a salvo”.
Pudo contactar a Filoxeneio, un servicio creado por la ONG Arsis y la municipalidad de Salónica, donde vivían Abdul y sus hijos, y tras registrarse con la policía, se produjo el reencuentro familiar.
El coordinador de Filoxeneio Manolis Zougos dijo que nunca había visto una historia como esta en los 17 años que lleva trabajando con refugiados.
“Hasta el último minuto pensamos que había muerto, es lo que creía Abdul”, manifestó. “La pasó mal. Estaba solo y tenía que desempeñar varios papeles ante sus hijos”.
Antes del ataque de Dana, la familia la había escapado en numerosas ocasiones a la violencia de la guerra civil siria.
“Nos mudamos 28 veces, primero de nuestra aldea cerca de Homs, en el 2011”, contó Abdul. “Acababa de construir una casa allí, que fue destruida. Cada vez que se agitaban las cosas en un lugar, nos íbamos. Apenas oí del bombardeo, agarramos unas mantas, una carpa, un generador, los pusimos en el auto y nos fuimos”.
La pareja relata su historia rodeada por sus hijos: Hamza (10 años), Imian (8), Layan (7), Bayan (5) y Safa (3,5). Kariman quedó embarazada de nuevo. “Me gustaría que sea varón”, expresó Abdul.
Todavía puede haber más viajes en el horizonte. Abdul dice que su ambición es llegar a Alemania, donde viven un hermano y una hermana.
“Grecia es un país muy seguro, pero cuesta encontrar trabajo”, manifestó. “Es duro para nosotros”.
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