Detienen a hombre escalando el muro entre EEUU y México

En el interior de un vehículo blindado, un explorador del ejército utiliza un joystick para dirigir un visor óptico de largo alcance hacia un hombre encaramado en la cima de la cerca que separa Estados Unidos y México, que atraviesa las colinas de esta comunidad fronteriza en Arizona.
El hombre desciende hacia suelo estadounidense entre espirales de alambre con concertinas. Se oyen gritos, se activa una alerta y un todoterreno de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos se dirige a toda velocidad hacia el muro, lo que basta para que el hombre se apresure a volver a saltarlo y desaparezca en México.
El avistamiento el martes fue uno de los dos que tuvo la unidad de infantería del ejército que patrulla este sector de la frontera sur, donde una declaración de emergencia del presidente, Donald Trump, ha otorgado al ejército un papel crucial en la disuasión de los cruces de migrantes entre los puertos de entrada al país.
“La disuasión es en realidad aburrida”, dijo la sargento Ana Harker-Molina, de 24 años, expresando el tedio que sienten algunos de sus compañeros por los avistamientos esporádicos.
Aun así, afirmó que se siente orgullosa de la labor, sabiendo que las tropas desalientan los cruces simplemente con su presencia.
“Solo con que estemos aquí vigilando la frontera, estamos ayudando a nuestro país”, agregó Harker-Molina, que también es inmigrante. Llegó desde Panamá a los 12 años y se convirtió en ciudadana estadounidense hace dos años, mientras servía en el ejército.
El despliegue de tropas estadounidenses en la frontera se han triplicado hasta los 7.600 efectivos, que incluyen a todas las ramas del ejército, incluso cuando el número de intentos de cruce ilegal se ha reducido notablemente y Trump autorizó financiamiento para 3.000 agentes más de la Patrulla Fronteriza, ofreciendo bonos de 10.000 dólares por firma y permanencia.
La misión militar se dirige desde un nuevo centro de mando ubicado en una base de entrenamiento de inteligencia del ejército en una zona remota del sur de Arizona, junto a las montañas Huachuca. Allí, un salón comunitario se ha transformado en una bulliciosa sala de operaciones donde se reúnen comandantes de batallón y personal, con mapas digitales que ubican los campamentos militares y los movimientos a lo largo de los alrededor de 3.200 kilómetros (2.000 millas) de frontera.
Hasta ahora, la aplicación de la ley en la frontera había estado en manos de las fuerzas del orden civiles, y las intervenciones del ejército eran esporádicas. Pero en abril se designaron grandes tramos de la frontera como zonas militarizadas, lo que facultó a las tropas estadounidenses para aprehender a migrantes y a otros acusados de entrar de forma ilegal en bases del Ejército, la Fuerza Aérea o la Marina, y autorizó la imposición de cargos penales adicionales que pueden suponer penas de prisión.
El general de división que lidera la misión sostiene que las tropas están siendo liberadas de tareas de mantenimiento y almacenamiento para trabajar en estrecha colaboración con los agentes de la Patrulla Fronteriza en zonas con muchos cruces ilegales, y para desplegarse rápidamente en sitios remotos y sin vigilancia.
“No tenemos sindicato, no hay límite en las horas que podemos trabajar en un día, en cuántos turnos podemos cubrir”, indicó el general de división Scott Naumann.
“Puedo enviar soldados cuando sea necesario para abordar el problema y podemos mandarlos durante días, podemos llevar a gente por aire a áreas increíblemente remotas ahora que vemos a cómo los cárteles están cambiando” de rumbo.
Patrullas para frenar a los “fugados”
En Nogales, los exploradores del ejército patrullaban la frontera con el equipo de combate completo —casco, rifle de servicio M5, chaleco antibalas— y con autorización para usar la fuerza letal si son atacados, según las normas militares vigentes integradas en la misión fronteriza. Bajo sus pies, los traficantes han intentado de forma rutinaria durante décadas excavar túneles en los desagües pluviales para llevar contrabando a Estados Unidos.
El puesto de mando de Naumann supervisa una flota de 117 vehículos blindados Stryker, más de 35 helicópteros y media docena de aviones no tripulados de largo alcance que pueden vigilar la frontera día y noche con sensores para localizar a personas que deambulen por el desierto. Los ingenieros del Cuerpo de Marines están colocando alambre de cuchillas para ralentizar los cruces, mientras el gobierno de Trump reanuda la construcción del muro fronterizo.
Según Naumann, la atención está puesta en detener a los “fugados” que evaden a las autoridades para desaparecer en Estados Unidos en una carrera contrarreloj que puede durar segundos en zonas urbanas —donde la gente desaparece en vehículos de contrabando— o varios días en los densos matorrales de los humedales del río Bravo o en el vasto desierto y la naturaleza montañosa de Arizona.
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