Virales

Murió Magawa, la rata “héroe” que salvó cientos de vidas en Camboya

Calculan que en sus cinco años de actividad detectó más de cien minas terrestres y treinta y ocho artefactos explosivos sin estallar, lo que le hizo ganar un récord mundial de Guinnes.
Por: Infobae
jueves, 13 enero 2022
Cortesía | Magawa era la mejor detectora de minas personales que tuvo Camboya.

Murió Magawa, una rata africana gigante, que la habían condecorado en septiembre de 2020 y la jubilaron en noviembre pasado; pero la buena vida y las pantuflas la dejaron sin ganas de vivir.

En las últimas semanas, su febril ritmo de vida se apagó poco a poco, durmió siestas más largas, y mostró cada vez menos interés en comer, algo rarísimo en ella. Finalmente cerró sus ojos oscuros, circundado por un anillo de pelo marrón, el pasado fin de semana, a los ocho años.

Magawa era la mejor detectora de minas personales que tuvo Camboya.

Lo que tienen las ratas es mala prensa. Desde siempre. Las pobres no hicieron nada, pero se las culpa de mucho y solo se cuenta de ellas lo malo. Por ejemplo, que fueron origen de la peste bubónica que aniquiló a un tercio de la población europea desde 1346 en adelante. No eran las ratas, sino las pulgas de las ratas las infectadas con la bacteria Yersinia Pestis que provocaban la peste cuando picaban a los humanos.

Como todos los miembros de su especie, Magawa era una gran rata. Enorme y de hábitos nocturnos, de mala visión, de extraordinario olfato y fino oído, era también una gran escaladora y nadadora. Había nacido en Tanzania en 2013 y fue elegida para detectar explosivos.

La entrenó Apopo, una entidad sin fines de lucro que la mudó a Siem Reap, al noroeste de Camboya, donde ayudó a despejar de minas terrestres un área superior a los doscientos veinticinco mil metros cuadrados. Camboya es uno de los países de mayor riesgo del sudeste asiático, por la cantidad de minas y explosivos enterrados en su suelo después de la guerra de Vietnam y del sangriento conflicto civil que siguió bajo la tiranía de Pol Pot.

Magawa tenía un olfato extraordinario para detectar los compuestos químicos de cualquier explosivo, por más enterrado u oculto que estuviera. Calculan que en sus cinco años de actividad detectó más de cien minas terrestres y treinta y ocho artefactos explosivos sin estallar, lo que le hizo ganar un récord mundial de Guinnes.

Si su olfato era su arma poderosa, su peso era el ideal: menos de los cinco kilos necesarios para que una mina personal enterrada te haga saltar por los aires; cargaba con una debilidad: su apetito insaciable por la palta, aunque bananas y maníes también eran aceptados. No era tonta.

Los más agradecidos con Magawa fueron los chicos camboyanos, víctimas fáciles junto a su curiosidad de los explosivos sin estallar, o de las minas terrestres antipersonales.

En junio del año pasado la retiraron del servicio activo. Tantos años de búsqueda llevan al estrés. “Magawa es pequeño, pero nos ayudó a salvar muchas vidas y a devolver a nuestra gente tierras seguras que no lo estaban antes de su llegada”, dijo a modo de homenaje uno de sus entrenadores.

Pero un cazador es un cazador. Y Magawa pareció haber perdido el sentido de su vida, sin campo abierto para olfatear ni componentes químicos a detectar. Puede que esto suene metafísico, y acaso lo sea. Vivió sus primeros meses de rata gigante jubilada con sus juegos habituales y de buen ánimo. Pero pasado su octavo cumpleaños, vivió un año más que el promedio de vida de su especie, empezó a decaer. Ya nada era lo mismo. “Murió en paz y lamentamos mucho su muerte”, dijeron las autoridades de Apopo.

También admitieron que entrenan a nuevos ejemplares para que reemplacen a Magawa, aunque en la intimidad juran que como Magawa no habrá ninguna igual.

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