Calificaciones escolares: ¿Un mal necesario?
A los pocos días del comienzo del curso escolar las notas regresan. Parecen ser un signo de interés, pero, de hecho, son lo peor de la enseñanza.
La evaluación podría ser algo bueno si sirviera de información a modo de retroalimentación, si fuera posible averiguar gracias a ella lo que se sabe y lo que aún no.
Los números, las letras, así como las nubecitas y los solecitos nunca darán tal información. Solo dicen en que se es mejor o peor que alguien. En realidad, no importa lo que aprendan, sino la calificación que obtuvo.
Muchas personas en una situación similar dejan de pensar en el objetivo principal. De repente, solo se convierte en un medio para otra cosa: ganar dinero.
De manera similar pasa con las calificaciones. La pasión por explorar el mundo deja de importar. La pasión por conocer el mundo se convierte en un medio para algo aparentemente más importante. Ahora la evaluación es un fin en sí misma.
La escuela solo ayuda a explorar el mundo de manera secundaria. Primero, los estudiantes aprenden a ser especialistas en obtener la calificación más alta posible, con el menor esfuerzo posible.
Es suficiente para los padres
¿Qué nota te han puesto? ¿Un veinte? ¡Genial! ¿Un insuficiente? ¡Muy mal! La evaluación es una gran herramienta para tiempos de tanto trajín. No tienes que saber lo que ha aprendido tu hijo, qué se le da mal y qué es lo que se le da bien.
Gracias a las evaluaciones sabes una cosa con certeza: si tu hijo se adapta bien al sistema escolar o hasta qué punto este sistema funciona como una máquina apisonadora que lo aplasta. El sistema de calificaciones clásico es una herramienta muy simple para dar información muy imprecisa.
Para los padres que trabajan duro todo el día, este nivel de precisión es suficiente. “Bueno, nuestro hijo puede no sea un genio, pero es mejor que Juanito, que es tan problemático siempre”. Conocer los detalles de la educación de los hijos requiere tiempo y atención, más del que se tiene. Lamentablemente, el precio de esta escasez corre a cargo del niño.
Autoconciencia
Los jóvenes graduados son conscientes de muchos problemas, pero carecen de la conciencia de sí mismos. ¡No conocen la respuesta a las preguntas más importantes! ¿Qué sé realmente? ¿Qué debería mejorar? ¿Qué se me da bien? ¿Con qué estoy lidiando mucho más que mis compañeros? ¿Qué es lo que realmente me fascina?
La información a modo de retroalimentación inteligente ayuda a responder estas preguntas. Sin ella, los jóvenes entran en la edad adulta con graves deficiencias. La escuela secundaria y la universidad mal elegidas. Muchos años de búsqueda y pruebas. Podría verse diferente si la escuela enseñara a evaluar, pero de manera diferente a como lo hace hoy.
Hay solución
El problema con las calificaciones no es nuevo. Ya se conocía en los siglos XIX y XX. Una de las ideas para resolverlo es la evaluación formativa. No hay puntos ni letras. Hay conversación entre el alumno y su maestro sobre lo que ya sabe y lo que aún no. No es para poner notas bajas, sino para indicar a qué tendrá que prestar atención el maestro.
Es decir, lo que se necesita mejorar, centrándose en detalles y evitando palabras como: bien y mal o bonito y feo. Es un desafío para ambas partes. La capacidad de recibir calificaciones del maestro es un aspecto de este caso. El segundo es la capacidad del alumno para evaluarse objetivamente a sí mismo. Sí, para poder identificar y nombrar lo que es fuerte y lo que es débil.
¿Y qué más?
Alejarse de las evaluaciones que no conducen al aprendizaje es uno de los mayores desafíos que enfrenta el sistema educativo moderno. Es difícil encontrar una respuesta universal. Seguramente se podrá preguntar menos (y preocuparse menos) por las calificaciones y más por lo que a nuestros hijos se les dé bien, como un tema en particular, y qué encuentran difícil y en lo que les sería útil nuestra ayuda.
Pida que se establezcan límites
Diga al maestro que le gustaría saber su punto de vista y también expresar el suyo, pero que quiere que suceda de una manera que promueva una conversación productiva. Sugiera que ambos tengan la oportunidad de hablar sin ser interrumpidos. Hágale saber que respetará su punto de vista y que desearía que él hiciera lo mismo. También pregúntele si desea establecer ciertos límites a la conversación.
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