Pedro Acosta: Pionero de las Relaciones Públicas en Puerto Ordaz
Pedro Acosta habla seguro y evoca los momentos que marcaron su vida, en esta tierra que lo recibió hace más de 50 años.
Tiene buen humor, es afable pero también un carácter firme, según quienes le conocen desde hace muchos años.
Llegó con 34 años y hoy pasando los 80 cuenta con el reconocimiento de los habitantes como el pionero en materia de Relaciones Públicas.
Se avanzó mucho en el proyecto Puerto Ordaz, se alcanzaron varias metas y eso le permite hacer un diagnóstico sobre la situación que viven las Empresas Básicas, la CVG y el estado actual de la urbe.
Desde su jubilación, Acosta sigue mirando el potencial de esta ciudad que se convirtió en un crisol de gentilicios y costumbres de quienes vinieron de otros estados -y hasta países- para integrarse a los equipos de trabajo.
De Caracas a Bolívar
Su arribo a la naciente Puerto Ordaz se dio con la Orinoco Mining Company. Venía “asustado”.
Cuando llegó no había puentes que unieran San Félix y Puerto Ordaz. Vino a trabajar en el área de Relaciones Públicas, a sondear la zona.
Acosta es caraqueño y ya estaba casado con Graciela (la Nena) Camacho de Acosta, con quien tenía dos niñas pequeñas: María Carolina y María Antonieta.
Se pintaba en el panorama una gran oportunidad por lo que tuvo que viajar solo primero y luego coordinaba visitas cada 15 días.
O la Nena venía a Puerto Ordaz o él viajaba a Caracas. Esta dinámica la tuvo por al menos 6 meses mientras vivía en el Hotel Rasil.
No imaginó que un posible “mientras tanto”, lo dejaría sembrado en la Zona del Hierro.
Acostumbrados a la vida capitalina, cuando se mudaron a esta parte de Guayana no había casas, ni tantas calles. Era un proyecto ambicioso de desarrollo y planificación que empezaba a trazarse.
Recuerda, durante una encuentro con amigos y ciudadanos celebrado en Buscadores de Libros, algunos aspectos de Puerto Ordaz que muchos anhelan que vuelvan.
Eso de dormir y no pasarle seguro a las puertas de las casas, mucho menos “enrejarse” por miedo a los amigos de lo ajeno o temer por el destino de los autos.
“Era un edén”, confiesa en la conversa en donde están presentes periodistas, maestros, cultores.
Hizo referencia a que la urbanidad era de primera en los comienzos de Puerto Ordaz y lo que sería Ciudad Guayana más tarde, debido a la fusión con San Félix y la creación del municipio Caroní.
Los ciudadanos eran más responsables de preservar la ciudad y había un control y mantenimiento de semáforos, servicios básicos.
Etapas de una urbe
Marca varios hitos fundamentales que dieron empuje a la zona: la creación de Corporación Venezolana de Guayana (CVG) y los planes de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor).
“Llega la CVG, con la cual comenzamos a trabajar conjuntamente (Orinoco Mining) y a apoyar en todo lo que fuera necesario el gran desarrollo siderúrgico. (…) Aquí hubo gente de todas partes del mundo que colaboraron con nosotros, trajeron su cultura”, recuerda Acosta.
Hubo una mezcla cultural por toda la mano de obra que vino a Puerto Ordaz a trabajar.
“Aquí los sábados no se conseguía cerveza cuando estaban los alemanes, por decir algo. Cuando vinieron los hindúes, las verduras era imposible conseguirlas”, recuerda en tono anecdótico sobre el proceso vivido en ese entonces.
Vino mucha gente preparada para trabajar. La primera etapa, la más importante en la CVG, fue con el general Rafael Alfonzo Ravard para el desarrollo de la ciudad y luego vino la planificación con el Joint (Center para Estudios Urbanos – del Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Harvard ) de Estados Unidos (1961).
A Ravard lo releva en 1974, Argenis Gamboa en la presidencia de la CVG.
Para ese entonces, relata, “la Nena comienza a trabajar en la Casa de la Cultura con Juan Pagés (…) Ella pasaba todos los días (de Puerto Ordaz) a San Félix. Cuando vino el doctor Gamboa se hace Fundec, Fundación de Desarrollo Cultural de Guayana, la cual presidía la esposa de Gamboa y comienza un gran desarrollo con un presupuesto propio y que también las empresas (básicas) aportaban”.
Sus palabras marcan además el impulso al movimiento cultural en la ciudad “industrial”.
“La Siderúrgica, cuando fue el doctor Barreto presidente da la autorización de fundar la Sala de Arte de Sidor, que fue el Palacio de las Artes de Ciudad Guayana por llamarlo así. (…) Ahí vino de todo: grandes músicos, violinistas, una gama de gente cultural”, rememora.
Subraya una frase que siempre le decía su esposa, fallecida hace 7 años, “y lo decía públicamente: que una ciudad sin cultura, sin abolengo, puede ser muy industrial pero no llegará a nada”.
El legado de la Nena Acosta, aquella que una vez pensó que solo vendría por dos años a Guayana y luego regresarían a la capital, es valioso.
Fue directora durante 18 años de la Sala de Arte Sidor y, como diría el poeta Francisco Arévalo, durante su gestión, Ciudad Guayana tuvo un consumo cultural “de primer mundo”.
Se recuerda con especial asombro cómo grandes artistas plásticos, los más importantes de Venezuela y el mundo, exponían en Puerto Ordaz. Igual los músicos y hasta el mismísimo Teatro Negro de Praga.
La ruta era “primero Puerto Ordaz y luego Caracas”.
La familia Acosta Camacho se entregó por completo a Ciudad Guayana.
Vivencias que son historia
En su historia de vida, hubo un capítulo que lo marcó: el trabajo junto a Leopoldo Sucre Figarella.
Confiesa que las jornadas eran interminables. Recordó que Sucre Figarella desayunaba de todo y en buena cantidad (desde sardina enlatada y hasta queso guayanés); luego entendió, que debía resistir para las numerosas reuniones y labores del día.
Estaba pendiente hasta del más mínimo detalle de la ciudad. En lo personal, el horario descontrolado empezó a hacer mella en el hogar de los Acosta-Camacho pues casi no tenía tiempo para estar con su mujer y sus hijas.
Sucre Figarella atendía los pendientes en reuniones que a veces comenzaban a las 7:00 de la noche. Intentó convencerle de bajar los horarios, pero la respuesta lo sentó.
“Pedro esa gente que atiendo a las 7:00 de la noche se tiene que quedar, pagar hotel, carros, comida, pasajes… eso es un realero que le entra a la ciudad. (…) Tenía una lógica tremenda”, cuenta entre risas, destacando la mente brillante del entonces presidente de CVG entre 1984 y 1993.
Don Pedro Acosta, como se le conoce de cariño en la ciudad, trabajó en la CVG hasta la llegada de Francisco Rangel Gómez. Pidió su jubilación.
Pero no se iba por nada político, el mismo Rangel Gómez le pidió que se quedara y así lo hizo por 4 años. En el 2004 sí se retiró.
Pedro Acosta fue protagonista de importantes momentos para la ciudad como la visita del papa Juan Pablo II en 1985 y hasta la puesta en marcha de los complejos hidroeléctricos de Guayana.
Hoy mira con preocupación el futuro de la urbe, la manera en la que se llevan las políticas desde la CVG, y cómo no han logrado dar con una fórmula para levantar el Parque Industrial de Guayana y devolverle el brillo a la ciudad.
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