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Migrantes venezolanos: travesías y riesgos desde la salida hasta el destino

Desde caminar largos tramos con el equipaje a cuestas, hasta ser deportados en barcos venezolanos sortean trabas al salir del país.
martes, 01 diciembre 2020
Migrantes venezolanos: Riesgos y travesías desde la salida hasta el destino
Cortesía | La ONG Crisis en Venezuela calcula alrededor de 80 trochas entre Venezuela y Colombia

Atravesar trochas, pagar a funcionarios para cruzar fronteras, riesgo de ser robados o estafados son algunas de las trabas que enfrentan los migrantes venezolanos al salir del país e ingresar a otro.

Kelvis Colina se marchó de Venezuela en enero de 2017. Su travesía inició en Carabobo, junto a dos amigos, durmiendo en el terminal terrestre de Valencia para comprar un pasaje en bus a Maracaibo.

El destino del trío era Cartagena, pero primero pagó “un carrito” para pasar por trocha hacia Maicao.

Colina y sus amigos pernoctaron en el terminal de Maicao esperando conseguir un boleto para continuar el viaje. Antes de llegar a su destino, robaron en el bus en el que se trasladaban los venezolanos.

“Muchos no tenemos donde llegar, otros cuentan con la facilidad de que alguien los va a recibir. Teníamos algo de dinero guardado para arrendar algo, pero nos fue arrebatado cuando asaltaron el bus”, relató Colina.

El joven, ahora de 26 años, contó que les tocó “vivir la realidad de muchos venezolanos”: dormir en el terminal, calles, plazas, con su equipaje a cuestas. Así pasaron más de una semana.

“Ese es el momento que dices ‘me regreso, en Venezuela estoy bien, tengo mi casa y mis cosas’; pero ya habíamos salido. Tocaba afrontar la realidad”, añadió.

Once meses después de trabajar para pagar alquiler a diario y reunir poco para enviar a sus familiares en Venezuela, el carabobeño se convirtió en unos de los migrantes venezolanos que caminan rumbo a Ecuador para luego cruzar a Perú.

“Empecé a ver las noticias de los caminantes, al principio yo decía que eso es mentira, que la prensa alarmaba y me preguntaba cómo la gente va a caminar muchísimo”, confesó.

En 2018 emprendió su viaje como mochilero junto a cuatro personas desde Cartagena rumbo al Puente Internacional de Rumichaca, en la frontera entre Colombia y Ecuador.

Tras dos horas de camino, se consiguieron a un gandolero que les explicó que debían cruzar toda Colombia para llegar a su destino, el chofer solo los adelantó dos horas más en el recorrido.

“Ninguno tenía quien nos recibiera, a mi familia no le había comentado nada de que iba a hacer esta travesía (…) Más adelante, otro gandolero se detuvo en la carretera y nos dejó a dos horas de Cali, frente a una estación de policía”, mencionó.

En los vehículos de carga debían ocultarse para evitar que funcionarios los vieran y fueran sancionados los conductores. En una oportunidad, tuvieron que quitarse los zapatos y usar las cobijas para subirse sobre un cargamento de harina de trigo sin ensuciarlo.

Migrantes venezolanos: Riesgos y travesías desde la salida hasta el destino

Caminantes

De acuerdo con información de la ONG Crisis en Venezuela, se calculan alrededor de 80 trochas entre Venezuela y Colombia.

Además, 4.6 millones de venezolanos están en países de América Latina y El Caribe.

La tercera gandola que abordó Colina con sus amigos los dejó un poco después de la población de Ipiales, en un patio de camiones, en el que después de un día se concentraron más de 500 venezolanos llevados hasta ahí por otros conductores de carga pesada. Esa noche llovió.

“Unos siguieron caminando y 200 se quedaron. Unos motorizados llegaron para llevarnos a un refugio para pasar la noche”, comentó Colina sobre el descanso antes de seguir caminando por un día entero y dormir a los pies de una montaña.

El tramo más temido era cruzar por el desierto, antes de llegar a Rumichaca, etapa en la que los lugareños alertaban a los caminantes de no continuar a pie o no llegarían a su destino.

“Una gandola pasó, abordamos la parte de atrás y nos dejó a una hora de Rumichaca. En el desierto nos cubrimos, pero quedamos con las caras y brazos quemados, los labios rotos después de tres horas de recorrido. No podíamos ni tomar agua porque las bebidas que teníamos parecían hervidas”, acotó Colina.

Ya el grupo de cinco migrantes venezolanos había aumentado a 19. Después de 12 días de camino pudieron ver el letrero que anunciaba la llegada al puente internacional y la entrada a Ecuador. Una meta que celebraron entre lágrimas.

El ingreso a suelo ecuatoriano fue supervisado por varias organizaciones que apoyan a los venezolanos caminantes. Los 19 criollos continuaron hasta el Terminal de Pasajeros de Tulcán, donde parte del grupo decidió quedarse en Ecuador.

“El resto seguimos caminando, durmiendo a pie de montaña y de carretera. En Ibarra, descansábamos en las afueras de una bodega y me dio un ataque de hipotermia, empecé a ponerme morado. La dueña de la bodega me ofreció un café muy caliente y me lo bebí como si fuera agua”, reveló.

Al día siguiente tuvieron que continuar el recorrido a bordo de un camión cava, a puerta cerrada, mientras trataban de soportar el fuerte olor a pescado. El chofer paraba en varias ocasiones para que los venezolanos pudieran respirar aire fresco.

Colina y otro grupo de venezolanos llegaron a Santa Rosa, población ecuatoriana que está ubicada en la frontera con Perú. El oriundo de Naguanagua pasó un año y medio hasta que se mudó a Quevedo.

Después de unos meses de hacer todo tipo de trabajos, se cambió a Guayaquil, pero en 2019 decidió continuar la travesía hacia Perú, el viaje que definió como el más difícil.

“La travesía fue más difícil porque toda la entrada de Perú es un desierto. No entramos por frontera sino por Huaquillas, donde no pasas control migratorio. En ese momento no dejaban entrar a venezolanos, no estaban dando papeles”, afirmó.

Para poder evadir un punto de control, Colina y otro venezolano tuvieron que pagar con un perfume a un mototaxista. Declaró que en Perú es más difícil conseguir gandolas, por lo cual pasaron 12 días caminando hasta Lima, con poca agua y con el auxilio de algunos conductores.

Migrantes venezolanos: Riesgos y travesías desde la salida hasta el destino

Menores en trochas

La ONG Crisis en Venezuela resaltó en una publicación que muchos de los venezolanos que retornaron al país por la pandemia de covid-19 migraron solos, pero al volver a salir de Venezuela lo hicieron con su familia.

Dicha organización señaló que cuando se reactivó la “ola migratoria” cerca de 300 personas cruzaban a diario de Venezuela a Colombia, cifra que ha ascendido a 600, muchos son menores de edad sin su representante legal.

José salió de Venezuela el 16 de marzo de 2018 por la trocha que une a La Parada con San Antonio del Táchira. “Me tocó pagarle a la Guardia y a la Guerrilla para que me dejaran pasar”, añadió.

En Rumichaca, funcionarios policiales cobraron cinco dólares a cada venezolano para entrar a Ecuador. El resto del recorrido lo completó en autobús hasta Argentina.

Su hija de 12 años ya emprendió su viaje desde Venezuela junto a una amiga de la familia, temiendo su cruce por pasos improvisados ante las fuertes lluvias que se han presentado en esa zona.

“No es justo, da es tristeza que tenga que salir por una trocha”, lamentó.

Riesgo en Brasil

Una guayanesa que se fue a Brasil contó que los venezolanos migrantes que entran ilegales al país “son muy difícilmente aceptados en los refugios”.

“Muchas veces los venezolanos son estafados tanto por los choferes como los militares. Un amigo venía con toda su familia y tuvo que devolverse a Ciudad Guayana porque los efectivos militares les cobraban 500 dólares y las alcabalas anónimas, otros 300”, denunció.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) registró 134 mil venezolanos en Brasil desde 2018 hasta junio 2020, entre refugiados y migrantes.

Acnur declaró que, con la frontera aún cerrada por la pandemia del Coronavirus, continúa el registro de la población venezolana en Brasil para brindar protección y asistencia.

Migrantes venezolanos: Riesgos y travesías desde la salida hasta el destino

Deportados de Trinidad

El domingo 22 de noviembre, el dirigente de Voluntad Popular, David Smolansky, denunció que desde Trinidad y Tobago deportaron 16 niños venezolanos en un bote, separándolos de su familia que residía en dicho país.

El grupo de migrantes lo conformaban 25 personas con 16 menores de edad, quienes partieron en dos botes, pero uno de ellos dejó de funcionar a mitad del viaje por presentar problemas en el motor.

La segunda embarcación tuvo que remolcar el bote, pero la cuerda se desataba, por lo cual los pasajeros subieron al que funcionaba para intentar llegar hasta territorio venezolano.

“Anoche (lunes) llovió. Nos cernimos sobre los niños y tratamos de protegerlos con el cuerpo. No teníamos mucha comida con nosotros (…) las olas eran ásperas. Podríamos habernos ahogado”, indicó Keren Gobin, de 17 años, una de las protagonistas del caso que consternó a Venezuela.

Una corte de país caribeño impidió la deportación y la embarcación regresó a la isla, pero los migrantes fueron detenidos nuevamente.

En una audiencia se decidió la liberación de los venezolanos, aunque debían pasar 14 días en cuarentena y se hizo el “compromiso” de que no serían deportados.

Para el 28 de noviembre, el Gobierno de Trinidad y Tobago deportó a otros 160 venezolanos que ingresaron al país ilegalmente hace aproximadamente 60 días.

Stuart Young, ministro de Seguridad Nacional de Trinidad y Tobago, declaró que el proceso se llevó a cabo con la asistencia de las autoridades de Venezuela, siguiendo las leyes de su país.

“Si bien el Gobierno reconoce que puede haber opiniones personales en torno a la entrada ilegal de personas en TT, el Gobierno, a través del Ministerio de Seguridad Nacional y otras ramas del Estado, continuará aplicando las leyes y hará todo lo que razonablemente pueda para asegurar las fronteras y prevenir la entrada ilegal al país”, declaró Young, según el medio News Day.

Experiencia

Otro de los tantos migrantes venezolanos contó como tomó su bicicleta en 2016 para emprender su salida del país hacia el sur del continente junto a 17 personas.

Dos meses y 12 días de trayecto, durmiendo en carpas al costado de las carreteras y en estaciones de servicio, hasta en casas con amplios terrenos para poder acampar.

Recorrían entre 160 y 180 kilómetros diarios, guiándose con mapas manuales. Seis venezolanos llegaron hasta Argentina.

El joven oriundo de Maracay reveló que la peor etapa del viaje la atravesaron en Bolivia, donde los funcionarios migratorios les solicitaron documentos de propiedad de las bicicletas y equipos tecnológicos, con la amenaza de decomisarlos, además de parte de la comida que llevaban.

“Cuando sales del país, no perteneces a ningún lado y al mismo tiempo eres de todos sitios”, comentó el venezolano desde Buenos Aires.

Por su parte, sobre su travesía desde que salió de Venezuela, Colina aseguró que fue una experiencia única que, a pesar de todas las dificultades, ha pensado en volver a repetirlo.

“Es una experiencia que nunca pensamos vivirla. Nunca imaginé salir de mochilero caminante de un país a otro y ya he recorrido tres”, confesó.

Para la ONG Crisis en Venezuela, empeoraron las condiciones para los viajeros por las limitaciones de transporte y la cuarentena. Pero a pesar de la pandemia y las dificultades que enfrentan, los migrantes venezolanos siguen en aumento.

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