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Fe y Alegría cumple 66 años con educación de calidad de la mano con las comunidades

Exalumnos y exdocentes contaron a PRIMICIA su experiencia como parte de la institución.
viernes, 05 marzo 2021
Cortesía | Comenzaron en Caracas y ahora están en diversos países

Fe y Alegría fue fundado el 5 de marzo de 1955 en el sector 23 de Enero, en Caracas; por el padre jesuita José María Vélaz.

De acuerdo con la historia plasmada en el portal web de Fe y Alegría, Vélaz estuvo a cargo de la atención espiritual de los jóvenes de la Universidad Católica de Caracas, a quien llevó a que conocieran otra Venezuela en el sector 23 de Enero.

El sacerdote y los estudiantes universitarios se dedicaron a preparar a los niños para su primera comunión.

“Al acercarse a la gente y ver cómo vivían, sintieron la tragedia de la marginación y comprendieron que para superar tantos problemas que tenían, era necesaria una educación para que pudieran ejercer la ciudadanía de un modo digno”, relatan.

Así comenzó a escribirse una historia llena de éxito que se mantiene hasta la actualidad.

La mejor educación

Mayrene Moreno estudió desde preescolar hasta tercer grado en el Fe y Alegría de Vista al Sol. Allí fueron parte de un nuevo proyecto para aprender a leer y escribir de manera diferente.

“Yo tengo recuerdos súper bonitos porque fueron mis primeros años de educación. En preescolar fuimos conejillos de indias, nos enseñaron a leer y escribir con lenguaje de señas”, contó.

Admitió que recuerda con cariño las clases de religión y el acompañamiento de las monjas en su formación.

“Agradezco el haber estudiado ahí. De los colegios en los que he estudiado, en cuanto a la educación fue el mejor, aprendí mucho”, resaltó.

Comentó que en el colegio eran estrictos para enseñarles a los niños sobre responsabilidad y disciplina. Al igual que a los padres, quienes se dedicaban a la limpieza de la institución.

En la sede existía un comedor, en el que los docentes se aseguraban que los niños recibieran una buena nutrición.

“Fe y Alegría fue mi base y me gustó mucho. Fue la mejor experiencia y aún tengo bonitos recuerdos de eso”, confesó.

Sensible a la diversidad

Pedro Guzmán estudió en Fe y Alegría desde preescolar hasta sexto año. Después laboró ocho años en la sede ubicada en la UD-146, en San Félix.

Definió la experiencia de estudiar en la institución Fe y Alegría como una oportunidad de recibir una educación de calidad, en la que conoció el valor de la hermandad.

Guzmán resaltó que su formación personal se la debe a sus maestras y profesores de Fe y Alegría.

“Como estudiante me permitió tener herramientas para la consecución de estudios a nivel universitario. Me ayudó a tener una visión de la sociedad diferente, ser sensible a la diversidad”, comentó.

Inició su labor como docente a los 20 años de edad y señaló que “fue su escuela”, en la que siguió aprendiendo de sus errores y le permitió madurar.

“Aprendí de la exigencia, la organización y la planificación. Inicié mi pasión por diseñar proyectos”, afirmó.

La directora de Fe y Alegría lo incentivó a estudiar educación en la Universidad Católica Andrés Bello, donde más adelante diseñaría su primer proyecto educativo: Formación Cultural.

Se trataba de una cátedra extracurricular en la que se les enseñaba música, danza y teatro. Como anécdota, recordó que la directora y la coordinadora académica de Fe y Alegría acompañaron a Guzmán en su misa de grado.

Hermandad

Alfredo Bolívar formó parte de los alumnos de Fe y Alegría La Consolación, sede ubicada en el sector Unare 2, en Puerto Ordaz.

Cursó desde primer grado hasta tercer año de educación media general, en el que aprendió que su casa de estudios era también su hogar y debía cuidarlo.

“Para mí, estudiar allí fue lo mejor que me pudo haber pasado. Maestros de calidad, los amigos que hice allí son como mis hermanos. Creo fielmente que estudiar allí me enseñó que la amistad si perdura”, destacó.

Bolívar admitió que era fundamental el respeto y los valores en su formación. También rememoró lo hermoso de los actos culturales, la alegría de las actividades deportivas y los infaltables cantos católicos.

“Tengo infinidades de anécdotas que hicieron que mis años allí fueran espectaculares. Si Dios me pregunta si repetiría esa etapa, de una vez le digo que sí, sin dudarlo”, acotó.

Compromiso y responsabilidad

En el Colegio Fe y Alegría Caroní, en la UD-146, Luis León estudió y también trabajó como docente de castellano y de formación humana cristiana.
Más adelante formó parte del equipo de gestión, en la coordinación pedagógica de pastoral, en la misma institución.

“Significó un gran compromiso, que es retribuir ese esfuerzo de mis educadores y del bien que ha hecho Fe y Alegría en la comunidad de la UD-146. Retribuirlo en trabajo, en responsabilidad, compromiso, entrega de tiempo”, mencionó.

León apuntó que su labor docente se convirtió en un gran compromiso pero también una gran alegría “que nace desde el pensamiento, desde las manos hasta el corazón”.

“Ver cómo aportas a la sociedad en un país con realidades tan complejas y tan adversas que se viven”, dijo.

Añadió que ser docente fue una experiencia significativa y bonita, cargada de la mano de Dios, a través de “hombres y mujeres que dedican su vida para liderar desde la educación y empoderar a los jóvenes a través del conocimiento.

“Ese corazón con tres personas te indica que no estás solo, que estás haciendo camino junto con alguien, el más importante es Dios. Eso te impulsa a ir hasta la comunidad no solo a entregar, sino a compartir saberes y aprender muchísimo”, cerró.

Los inicios

La primera escuela de Fe y Alegría se creó en la sala de la casa del obrero Abrahán Reyes, en la cual celebraron la primera comunión de 70 niños.

En ese acto, Vélaz reveló la necesidad de ahondar la formación mediante una educación sistemática, para lo que debían construir una escuela. Reyes ofreció su hogar como un regalo.

Fue el primer paso para cumplir el sueño de construir escuelas en las comunidades más necesitadas, con personal dándolo todo para educar.

Fe y Alegría en la actualidad está presente en 22 países de América Latina, África y Europa, donde se atienden a más de 1.500.000 niños, jóvenes y adultos en comunidades urbanas, rurales e indígenas.

Están presentes en los sectores con una amplia variedad de programas comunitarios, educativos, de capacitación laboral y humana.

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