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Gilma Sandoval: Guerrera y creativa

Si yo no tuviera a mis hijas, mi vida hubiese tomado otro rumbo”, afirma la directora de la Fundación El Tekeñazo.
viernes, 13 mayo 2022
gilma
Cortesía | Tiene tres hijas por las cual lucha cada día

La difícil situación en su país natal, Colombia, impulsó a Gilma Sandoval; una joven madre con su hija Diana a probar suerte en una nueva nueva nación: Venezuela.

Después de un tiempo en Maracaibo, la brújula señalaba otro destino. Uno en el que ya se encontraba su actual esposo y padre de sus otras tres hijas: Alejandra, Paola y Carlota. 

Se trataba de Ciudad Guayana. “Vimos oportunidades en esta tierra. Ya había aprendido a dar masajes”, gracias a muchos cursos que decidió hacer y se convirtió en una masoterapeuta esteticista.

Al principio le fue muy bien y reunió dinero, producto de sus sesiones de masajes. Tanto que decidió traerse a su hija mayor y a su madre, quien fue un apoyo importante en esa época que describe como “muy dura”.

Sin embargo, está convencida que “Dios siempre te manda ángeles para que te ayuden a salir adelante porque uno solo es imposible”.

Gilma confiesa que “he encontrado gente que me ha amado, me ha querido”, entre los que menciona a la familia Mossuto, en especial al señor Rocco, quien “nos impulsó, me enseñó a cómo pedir préstamos en los bancos, porque para todo hay que saber, tener astucia”.

Comienzos difíciles

Esta madre, esposa y empresaria reconoce que siempre ha trabajado fuertemente para salir adelante, y la maternidad la impulsó mucho más. “A mi me tocó duro la crianza de mis hijas sobre todo porque venía de barrio, pasé tanto trabajo y me prometí que nunca iba a llevar a mis hijas a un barrio”.

Por lo que junto con su esposo lograron formar a cuatro mujeres con valores, principios y profesiones, porque Gilma siempre tuvo el temor de que “como yo no soy una persona de apellido, no estudié, ni tengo roce social, yo simplemente era la masajista y se podían aprovechar de mis hijas”.

En ese proceso de enseñanza y trabajo arduo, surgió la idea de crear un negocio propio que arrancaron como distribuidores de tequeños, pastelitos, quesos. “Y nos comenzó a ir muy bien, por lo que nos propusimos montar una fábrica”. 

Una chispa

Cuenta que todo era muy complejo para esa época. Había mucha competencia. Pero no se rindieron. No obstante, tuvieron un gran declive luego de un accidente de tránsito que mantuvo en cama a su esposo.

“Nosotros estábamos mal, de repente me llegó una chispa, una señal que vino del cielo, porque ese fue Dios que me la envió”. Y pensó en usar otro relleno para diferenciar sus tequeños. Llegó con esa idea a la fábrica. Y comenzaron a probar hasta llegar al punto ideal de una “tradición llena de sabor” que ya suma 19 años en el mercado: El Tekeñazo.

Una promesa de vida

La familia Sandoval disfrutaba de las “mieles del éxito”, fruto del trabajo en equipo, cuando la salud de Gilma empieza a dar avisos que por un tiempo eran inciertos, pues no había un diagnóstico exacto.

Hasta que esos síntomas se transformaron en un solo nombre: Lupus. Una enfermedad contra la que han luchado sin descanso, y que tampoco ha detenido la labor de una mujer imparable y admirable.

En ese camino lleno de obstáculos, Gilma se ha aferrado a Dios. “Entendí que el ser más importante en la vida de uno, el que está siempre con uno es Dios y aunque yo no viva metida en una iglesia ni nada de eso mi fe es más grande que mi vida misma”.

Y como promesa de vida a Dios creó hace 5 años la Fundación El Tekeñazo que se dedica a brindar una mano amiga, tanto a los adultos como a niños que toquen sus puertas. 

“No puedo parar”

Aunque reconoce que le dan crisis severas, asegura que “no puedo parar”, porque trabajar para ella es “orgásmico”, ni cuando estuvo embarazada tomó una pausa. Y cada tatuaje que cubre su cuerpo es una descarga de relajación para sobrellevar los cambios y dolores que trae consigo la enfermedad.

Lamenta que haya tantos niños pasando necesidades, porque “la maternidad es bella pero con responsabilidad. Estás trayendo a un ser humano al mundo, y no para dejarlo botado y pase trabajo”.

Admite que “a las madres nos toca fuerte, nosotras somos las mujeres maravillas. Por un hijo tienes que luchar, tú no debes parir por cumplir, para complacer a un hombre, porque al final esa responsabilidad es tuya”.

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