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Diego Fernández salió de su casa en 1984 y nunca regresó

El joven argentino  nunca volvió a su hogar en el barrio Belgrano, en Buenos Aires.
Cortesía | Los restos óseos fueron identificados a través de pruebas de ADN

“Voy a lo de un amigo y después al colegio”, fue la última frase que le dijo Diego Fernández, de 16 años, a su mamá, luego de almorzar juntos, el  26 de julio de 1984, a las 2:00 p.m.

El joven argentino  nunca volvió a su hogar en el barrio Belgrano, en Buenos Aires. Más nunca se supo de su paradero, aunque su familia esperanzada, nunca dejó de buscarlo.

Diego, el día de su desaparición, vestía camisa y jeans azul, con botas marrones. Con cabello castaño oscuro, ojos del mismo color y una estatura de 1.72 metros, eran los rasgos del adolescentes y con el que lo recordarían.  Con el pasar de los años, el caso fue archivado por las autoridades y lo calificaron como “fuga de hogar”.

Cuatro décadas después, la historia cambiaría. Unos huesos fueron descubiertos, por los obreros que construían un muro en una casa del barrio de Coghlan de Buenos Aires. Se encontraban enterrados en los alrededores de la vivienda, la cual inicialmente se creía era el lugar donde en un tiempo vivió el vocalista fallecido de la banda Soda Stereo, Gustavo Cerati. Inmediatamente dieron anuncio a la policía.

 

“Los huesos hablan”

Los restos hallados eran de un joven, entre 16 y 19 años, con una estatura de 1,72 metros, dedujo el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), porque ellos declararon al diario El País, que “los huesos hablan”.

Con estos detalles, descartaron que la víctima fuera un desaparecido de la dictadura de argentina, entre los años 1976 y 1983. Curiosamente, este crimen sucedió meses después de que se reinstaurara la democracia en ese país.

Junto al cuerpo había un reloj Casio con calculadora, una etiqueta de una marca muy popular en la década de los 80, una moneda y un trozo de corbata de un uniforme escolar.

Las pruebas forenses que se le practicaron a los restos óseos indicaron que se trataba de Diego. Por fin se sabía, 41 años después, que había pasado con él.

Los funcionarios también determinaron que presentaba heridas ocasionadas por un objeto punzocortante.

“Hay marcas en el cuerpo que se corresponden con una muerte violenta y un intento de descuartizamiento, pero también puede tener que ver con un intento de manipular el cuerpo para proceder a la inhumación del mismo”, señaló a la prensa Mariella Fumagalli, directora del EAAF.

 

Esperan justicia

Javier, hermano de Diego, quien tenía 10 años cuando ocurrió la desaparición, dice que fueron “41 años de angustia, mucho dolor” y que se emociona cada vez que escucha que hablan del caso. Comenta que a su madre, que ahora tiene 87 años, tuvieron que darle la información de forma gradual, para que no se impactara.

Su padre ya falleció y siempre mantuvo la esperanza de encontrar a su hijo con vida. Ahora, la familia de Diego solo espera por justicia y que los cuerpos policiales logren descubrir qué fue lo que ocurrió el día que sus vidas cambió.

 

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