Especiales

Artemio Fierro: Un soñador con los pies en la tierra

Con su trabajo ha dado cátedra a más de un gestor cultural. Hace posible la frase: cuando se quiere, se puede.
viernes, 21 febrero 2020
Wilfredo Álvarez | Participó recientemente en el proyecto Colores para el parque en Villa Granada
Artemio Baldomero Fierro Romero es un joven educador y pintor guayanés, de origen indígena. Nacido en el sur del estado Bolívar, de la espléndida Gran Sabana, creció rodeado de naturaleza, paisajes, ilusión y fantasía. Es amante de sus raíces y fiel exponente de ellas.
Como toda persona con un propósito excepcional, también recibió duros golpes de la vida. Desde pequeño contempló realidades difíciles; perdió a su padre a los seis años, lo que implicó un cambio rotundo en su dinámica familiar; sin embargo, esas duras situaciones no le impidieron avanzar.
Un creador innato, de humildes recursos, alma sensible, bondadoso mirar e ilimitable utopía. Su valentía e inquebrantable espíritu le acompañaron para, con trabajo, sacrificio y determinación, abrirse camino a únicas oportunidades que aprovechó a pesar de los riesgos y el miedo por lo desconocido.
Hoy día, es un reconocido artista nacional, con múltiples proyectos y cientos de creaciones para su ciudad. A través de pinceladas y aerosoles, Artemio busca educar, motivar e inculcar buenos valores en niños, jóvenes y adultos. Su impecable trabajo lo ha convertido en un admirado e importante referente del arte en Ciudad Guayana y muchas zonas del país.
Con mucho agrado y disposición, sin pena o reserva alguna, cuenta su historia desde un aeropuerto de Caracas, mientras esperaba abordar un avión, o un “pájaro de metal”, como le dice él. En esa noche, por casi tres largas horas, rememoró y declaró con gusto todo lo que le ha convertido en un soñador con los pies en la tierra.
 
-¿Cómo inició tu historia con el arte?
-Mi historia con el arte es algo bien particular. Siempre he tenido la habilidad de dibujar y, haciendo retrospectiva de mi vida artística, siempre me gustó crear. Te lo cuento, porque disfrutaba crear personajes con plastilina. Como no tenía la oportunidad de tener juguetes, yo creaba a mis personajes basados en mi imaginación.
Recreaba mi mundo de fantasía. Como soy de una comunidad indígena, llamada Manacorí, rodeado de naturaleza y tierra; cuando jugaba, construía cosas, creaba túneles… como parte de una historia inventada. Desde ese momento ya me emocionaba pintar. Siempre fui un entusiasta del dibujo.
En mis libretas, esbozaba rayas, figuras; de adelante hacia atrás estaban mis clases, pero atrás hacia delante, dibujos.
-¿Cuándo empezaste a percibir tu habilidad como talento?
-Bueno, una señora llamada Coral Rico, que posteriormente se convirtió en mi madrina de confirmación, me vio pintando y me invitó a participar en un concurso de dibujo.
-Había niños con sus blocks y colores, mientras que yo, por otro lado, solamente tenía… bueno, creo que no tenía nada, en realidad.
Me dieron una hoja y un lápiz y, para un niño que tiene mucha creatividad porque imagina cosas que no tiene, empecé a crear paisajes que tuvieran que ver con la Gran Sabana. Para sorpresa mía, gané el primer lugar. Mi dibujo tenía muchos elementos como para ser dibujado por alguien de tan corta edad; no recuerdo con claridad, pero tenía ocho o diez años.
El premio de ese concurso eran unos colores, material para artístico. Nunca me lo entregaron, yo quedé frustrado con eso. A la vez, se convirtió en un incentivo para seguir esforzándome a futuro. Esa fue mi primera experiencia con mi habilidad como un talento.
 
-¿Qué pasó después?
-Desde allí, pasarían muchos años para que volviera a encontrarme con los lápices o colores.
-Estudié bachillerato en el estado Zulia. Cuarto y quinto año lo estudié en Maracaibo, vivía solo. Hacía uso de mi habilidad para mantenerme. Me vendía como dibujante, mis compañeros me mandaban a hacer papel bonds y regalitos, pero, no lo veía como una pasión, ni lo tomaba en serio, lo hacía por necesidad.
-Me gradué, regresé a la Gran Sabana en el 2004. Quería estudiar Educación Física; me fui para Mérida. Hice las pruebas de admisión en la ULA, más no entré. Ya para el 2006, alguien me recomendó entrar al ejército. Fue en el servicio militar, donde tuve mi primera experiencia de mural, de forma ingenua.
En una prueba psicológica que me hicieron, uno de los altos mandos vio que yo dibujaba. Algunos de ellos no estaban de acuerdo con que un dibujante fuera parte de una compañía del ejército. Sin embargo, a mitad de servicio militar, hice mi primer mural, de cuadra contra incendios, en el 2006.
-Con esta grata experiencia ¿decidiste dedicarte de lleno al arte?
-Pasaron muchas cosas antes. A finales del 2007, estando en Mérida, yo iba bajando por la ciudad en transporte público. Observé un mural en colores monocromos en azul que me llamó la atención, decía: “El que no vive para servir no sirve para vivir”.
-Ese mural me impresionó, primero, por el mensaje, segundo por la belleza que transmitía por sí solo.
A principios de 2008 terminé el servicio militar, me fui a Ciudad Guayana, porque me persuadieron de estudiar educación en la Ucab. Allí conocí a Cristín Irene Silva, una de las primeras en valorar mi talento y que además, se convirtió en mi amiga; me ayudó a alimentar el entusiasmo para dibujar. Me dijo que cada vez que dibujara algo se lo llevara. Ya para el 2010 o 2011, empecé a dibujar bastante.
Fallece mi querida amiga Cristín, de cáncer. Eso me afectó emocionalmente. Teníamos proyectos para la gente, queríamos llenarlos de mensajes positivos. Le decía Chococoy; fue Cristín, la primera persona que dibujé en caricatura. Aprendí mucho de ella, fue una hermosa persona.
 
Sin duda, dejó en ti una huella imborrable, ¿Qué hiciste después?
-Para el año 2012 participé en un concurso de dibujo en la universidad. Otra amiga, Cristina Fernández, me regaló mis primeros colores. Yo enloquecí, creando cosas y entusiasmado.
-A finales de ese año hice mis primeras obras conceptuales, del mundo indigenista. Constanza Verolini, ingeniero de la universidad, me conocía por referencia. Gracias a ella pude mostrar mis trabajos, me cedió un espacio en la universidad para mostrar mis cuadros. Ahí fue el inicio de todo, hice mi primera exposición, una expoventa.
-Al vender mi primer cuadro, me di cuenta de que podía ganar dinero con eso. En ese año, me formulé preguntas acerca de la situación y entorno.
Siete años luego de iniciar mi carrera, me gradúo de educador, en el 2016.
-¿Quisiste agregar los conocimientos adquiridos durante tu carrera a tu arte?
-De hecho, lo hago. En esa trayectoria, creé un proyecto, MURALeja “Arte para crear conciencia ciudadana”, lo adapté a mi formación en liderazgo comunitario. Tuve la oportunidad de dibujar con artistas plásticos, elaborando murales en colegios y me enamoré de la técnica del muralismo.
-En el 2013, con Dayana Montenegro, estudiante de Comunicación Social, llevé a cabo ese proyecto en Campo Rojo, San Félix. Lo expusimos en varios sitios, pero fue en Caracas donde quisieron apoyarnos.
Nos financiaron pintura, y los voluntarios de Caracas se trasladaron a Campo Rojo y llevamos a cabo el proyecto. Está dentro de un programa educativo. Para implementar una acción pedagógica en contra de la falta de civismo que enfrentamos a diario en nuestro contexto venezolano.
-¿Creaste más proyectos luego?
-Por supuesto, empecé a trabajar con gente que hace liderazgo comunitario. He participado en actividades de carácter social, de congreso, reuniones artísticas y ciudadanas. En festivales internacionales. Con MURALeja he cruzado fronteras.
-Eso me ha llevado a iniciar proyectos como Café con Arte, que busca juntar a varios artistas de dibujo de la ciudad. Increíblemente, inició conversando con una amiga, y, en la práctica, se dio con 200 artistas impartiendo su arte gráfico con algo de música y poesía, Luego hice exposiciones con varios chamos. Emprendí iniciativas en comunidades para desarrollar las habilidades y destrezas de un ciudadano, para impulsar  el talento de los jóvenes; Caujaro Color, Colores en Chilemex, Manoa en Colores. Y particularmente, he estado trabajando con niños con cáncer.
-Como soy entusiasta del arte urbano, hice una convocatoria para hacer un mural en honor a Canserbero. Tuvo bastante receptividad, hasta su exproductor asistió. Fue un eventazo; con la finalidad de impulsar el rap con propósito, para cambiar la jerga y lenguaje grosero por palabras más sofisticadas.
He tenido proyectos con empresarios, el año pasado hice el mural más grande de la ciudad. Con 600 metros cuadrados de arte.
-¿Tienes proyectos a futuro?
-Sigo pensando en qué hacer con la danza y el canto, concursos de dibujo. Dentro de los proyectos a futuro me gustaría pintar murales en cada  municipio del Estado, que se interconecten en una sola imagen gigantesca, pero es tiempo, recursos.
-Ahorita que estuve en el Congreso Venezolano de Ecología, quisiera hacer investigaciones de carácter científico biológico, también me gusta el deporte, así que también quiero hacer algo bajo ese concepto. Mis proyectos me han permitido conocer gente interesante. Desde personas en situación de calle hasta a exitosos emprendedores.
-¿Con cuáles materiales disfrutas trabajar?
-Inicialmente, me gusta experimentar con lo que sea. Puedo trabajar con pintura de aceite, óleo, acuarela, aerosoles, café.
Conocí a un grafitero en la calle, aprendí a usar el spray, estudié esa corriente.
Caí en cuenta de que hay materiales especiales para muralismo. Compré spray profesional para arte urbano, ya que le dan un acabado más profesional a todo, los prefiero. Es más rápido, aunque no soy grafitero, hago arte conceptual con esa técnica.
-¿Cómo defines tu personalidad?
-Jejeje, esta pregunta sí que es difícil. No sé cómo definir mi personalidad. Basado en mi autoevaluación,  puede ser… depende de la situación y del contexto. Puedo ser extrovertido, introvertido.
-Mis valores son de carácter espiritual, profeso el amor como una religión, y el servicio como la política que uno debe manejar. Me gusta la filosofía, imparto la sensibilidad hacia el entorno, pienso que es imprescindible la formación académica en toda sociedad.
M-e gustaría ser más abierto a otras cosas, no solo como persona, también en mis pinturas. Me gustaría pintar dragones, hadas, rosas. Quisiera  romper el hilo de vez en cuando, ya que todo representa lo artístico.
-¿Cuál es tu mensaje para los jóvenes soñadores de Venezuela?
-Primero, creer en sus ideas y llevarlas a cabo. El primer logro que se tiene es eso y romper la barrera del miedo. Mantener viva la llama del sueño, el entusiasmo, buscar cosas nuevas, nutrirse de buenas relaciones y conocimientos. Siempre y cuando no dañes a nadie, hacerlo, apasionarte y disfrutarlo. Ser genuinos y originales en su quehacer. Enorgullecerse de sus raíces. Respetar y ser críticos. Autoevaluarse, recordar los momentos difíciles y las fortalezas que te ayudaron a salir adelante.
En los últimos tres meses Artemio Fierro ha trabajado en proyectos grandes como por ejemplo: el proyecto “Manoa en Colores”, con ayuda de la comunidad, pintaron un mural de 83 metros para embellecer la comunidad. También formó parte de Colores para el parque, que reunió a un grupo de artistas para pintar murales en el sector Villa Granada.
Es así como este joven ha conseguido destacar y convertirse en una gran personalidad, con una maravillosa historia, que todo bolivarense debería de conocer y compartir con orgullo. Instagram: @arte_mio87

 

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